Las tasas venecianas y el derecho al turismo

Texto publicado en “Normas y caprichos del gusto”, rafaelcejudo.blogspot.com
Por: Rafael Cejudo

La paradoja del turismo de masas es que los destinos turísticos están simultáneamente llenos y vacíos: llenos de turistas (y a los turistas no suele gustarnos que haya turistas), y vacíos (cada vez más) de aquello por lo que hacíamos turismo, esto es, visitar un lugar distinto del nuestro, donde los locales realizan sus actividades cotidianas de trabajo y ocio tal como lo han hecho siempre, o sea, como si no hubiera turismo. Esta paradoja es particularmente evidente en el caso del turismo “de interior” y del turismo patrimonial. Ha hecho que redescubramos en el ámbito turístico lo que Ortega y Gasset advirtió hace un siglo: que todo está lleno, que hay gente por todas partes, haciendo cola y ocupando teatros, cafés y paradas de tranvía. La reflexión sobre la cultura de masas empieza por ver y sentir las aglomeraciones (Ortega, 1929). El sobreturismo es la palabra para el fenómeno; las tasas turísticas una posible solución.

Recientemente participé en una mesa redonda sobre turismo, patrimonio y sostenibilidad en el marco de La Noche Europea de los Investigadores.  El público en general está sensibilizado con el problema, y prefiere oír las críticas en lugar de las ventajas del turismo. Por eso hay que recordarlas, aunque sea rápidamente. La industria turística ha sido y es una palanca poderosa para salir de la pobreza, porque moviliza una gran cantidad de mano de obra y no requiere, en principio, tecnologías punta. El turismo representa el 3% del PIB mundial, y el 5% del empleo mundial (UNWTO). En el caso de España, el 13% del PIB, permitiendo en los últimos años mantener un crecimiento económico superior a la media de la Unión. Actualmente, el 20% del PIB de Albania depende del turismo. Con otras palabras, sin turismo el país sería un 20% más pobre. Además, los turistas extranjeros son una fuente de divisas, especialmente importante en países donde no es fácil conseguirlas. Aunque es obvio, recordemos que mediante las divisas se pueden comprar cosas que no hay en nuestro país o que aquí son más caras. Igualmente, y contra la opinión que empieza a generalizarse, los turistas hacen poco uso de los servicios públicos pagados con nuestros impuestos, puesto que permanecen poco en el lugar que visitan. Finalmente, una ventaja extraordinaria del turismo estriba en ser una transacción donde los compradores se desplazan a donde está el producto, en lugar de tener que transportarlo allí donde es consumido. Por ejemplo, si queremos exportar ropa, aceite de oliva o cobre, hay que buscar la manera de transportarlos a su lugar de destino. En cambio, el turismo permite exportar bienes que no pueden moverse de sitio, tales como una playa, una experiencia gastronómica, o el patrimonio material e inmaterial (The Economist).

Casi todo lo bueno tiene su parte mala. La característica anterior permite abrir mercados para los productos locales, pero también mercantiliza bienes que no surgieron para eso, como el patrimonio cultural. Además, los perjuicios de la actividad turística se concentran en los lugares donde se produce (por ejemplo, ruido o basuras), pero los beneficios son más difusos, e incluso pueden “fugarse” a otros sitios, tales como a las sedes extranjeras de compañías áreas u hoteleras (aunque también a los países de origen de los emigrantes empleados en el sector cuando envían remesas a sus familias). En algunas ocasiones, la concentración de los perjuicios es tan grande que amenaza la continuidad del propio bien explotado turísticamente. Análogamente a la explotación de un yacimiento minero, la solución (o tentación) es buscar nuevos yacimientos turísticos, con el riesgo de ir agotándolos a su vez, como ha sucedido con el entorno natural de buena parte de las costas españolas, y puede suceder con los llamados “Patios de Córdoba”, o con cualquier casco histórico.

En general, los beneficios y perjuicios del turismo son proporcionales al número de turistas. Pero una gran cantidad de ellos en un destino no equivale a sobreturismo, igual que puede haber miles de espectadores en un estadio sin que eso ponga en riesgo ni el espectáculo, ni los espectadores ni el edificio. ¿Cuántos turistas son demasiados? El problema del sobreturismo aparece cuando se supera cierto número por encima del cual los perjuicios superan los beneficios. Este balance no es fácil de hacer. Por ejemplo, perjuicios: ¿para quiénes o qué?; beneficios: ¿para quiénes? En todo caso, la solución remite a los conceptos de capacidad de carga y punto de no retorno a los que me referí en El tipping point del patrimonio. En la definición de Glasson (1994), la capacidad de carga es el número de visitantes que una ciudad de arte puede absorber sin impedimentos para las demás funciones sociales y económicas. Considerando que el sobreturismo radica en que se ha superado la capacidad de carga, las tres soluciones repetidas en el debate social actual sobre el tema (dejando aparte la negación de que haya sobreturismo), consisten en diversificar, desestacionalizar e imponer una tasa turística. La diversificación supone llevar los beneficios e inconvenientes del turismo a otros lugares, con el implícito de que en ellos no se superará la capacidad de carga en mucho tiempo, al menos no antes de que hayamos encontrado otras soluciones. La diversificación, además, parece ser una cuestión de justicia redistributiva, especialmente de las capitales para con sus pueblos. La desestacionalización implica disminuir el número de turistas en una fracción de tiempo, pero no implica hacerlo en todo el periodo. Es una solución bastante deficiente para la preservación de ciertos patrimonios, sobre todo inmateriales: una fiesta convertida en reclamo turistíco no recupera su sentido original cuando se repite en otras fechas para evitar su masificación; un barrio turístico no vuelve a ser una zona residencial porque haya menos turismo durante seis meses comparado con el turismo que había solo en tres. Lo que está ocurriendo es que la definición de Glasson es inadecuada: la capacidad de carga tiene que referirse a períodos (es una variable flujo en lugar de stock), pero ya me referí a ello en otra entrada.

Sigue en: https://rafaelcejudo.blogspot.com/2024/10/las-tasas-venecianas-y-el-derecho-al.html

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *