Adaptación
Pedro Francés Gómez.
En un artículo titulado “The climate mitigation gap: education and government recommendations miss the most effective individual actions,” (se puede leer aquí: https://iopscience.iop.org/article/10.1088/1748-9326/aa7541/pdf) Seth Wynes y Kimberly A. Nicholas analizan los cambios conductuales que más podrían reducir las emisiones de CO2. A continuación, resumo el resultado de ese análisis y añado una reflexión, una de las muchas posible, que podemos hacer ante ese resultado.
Según Wynes y Nocholas, los cambios conductuales de mayor impacto serían:
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- tener un hijo menos —lo más efectivo: reduciría en promedio el equivalente a 58,6 toneladas de CO2 por año;
- no usar el coche: reduciría unas 2 t. por año;
- no viajar en avión —1,6 t. de CO2 se ahorrarían por viajero en cada viaje transatlántico no realizado;
- cambiar a una dieta vegana —0,8 t. menos al año.
Algunas comparaciones ayudan: pasar a una dieta vegetariana sería cuatro veces más efectivo en términos de mitigación que reciclar absolutamente todo lo reciclable en un hogar medio; u ocho veces más efectivo que cambiar todas las bombillas de la casa por otras de bajo consumo.
Incluso sin conocer los números exactos y los modelos y proyecciones en que se basan estas afirmaciones, la mayoría de las personas interesadas en la ciencia del cambio climático somos vagamente conscientes de esto. Sin embargo, una mayoría seguimos viajando en avión y usando un coche de gasolina. Se puede insistir en las recomendaciones más efectivas (habría que difundir estos datos mucho más y de modo más claro); pero es dudoso que estos hábitos cambien de la noche a la mañana. Además, en países de bajísima natalidad, como España, sería escandaloso que el gobierno, en vez de ayudar a las familias, las animase a tener aún menos hijos.
Mi reflexión es la siguiente: dado que cambios de conducta tan alejados de nuestras preferencias y compromisos actuales no son de esperar en el futuro cercano, la humanidad debe prepararse para un cambio climático bastante drástico en las próximas décadas. Los esfuerzos de adaptación han sido muy limitados hasta la fecha: las inversiones son escasas; la educación para la adaptación casi inexistente; y no hay un plan para que la adaptación sea equitativa y no deje a nadie atrás.
Se requiere estudio para entender los impactos del cambio climático en cada lugar. Se requiere educación, medios y preparación para evitar o remediar los impactos más catastróficos; pero también para asumir cambios progresivos en muchas industrias y empleos. Esta tarea tiene que ser forzosamente local, ya que los riesgos son muy específicos. El riesgo de una zona inundable es totalmente distinto del de una zona forestal cercana. La pérdida combinada del bosque por un incendio y del suelo por una lluvia torrencial puede convertir un paisaje mediterráneo en un desierto en poquísimo tiempo. Eso es evitable hasta cierto punto con la ciencia y la preparación suficiente. El aumento de las temperaturas medias ya no es evitable. Algunos de estos efectos sí.
Sin abandonar las políticas y acciones de mitigación, la mayor enseñanza de estudios como el de Wynes y Nicholas es que el presente requiere enfocar urgentemente los esfuerzos a la adaptación climática.