La innovación que necesitamos para los grandes desafíos: masiva, rápida y audaz

Por: César González Cantón. 

Cuando pensamos en retos como el cambio climático, la desigualdad o la amenaza de una IA en manos de las grandes tecnológicas, solemos mirar al Estado y a las grandes empresas. Pero estos actores, por más recursos que tengan, avanzan con inercias, intereses y ritmos que no encajan con la urgencia y la complejidad del momento. La situación actual lo demuestra: el enfoque tradicional no funciona. Para problemas globales e interrelacionados (lo que se ha venido en llamar la “policrisis”) necesitamos una innovación distinta: masiva, rápida y audaz.

Esta la encontramos en la multitud. Mi propuesta es que “masifiquemos” (en inglés, “crowdification”) el impulso de proyectos abiertos en los que miles de personas colaboran de forma voluntaria para crear soluciones innovadoras. No es una utopía: la cultura del software libre, Wikipedia o los hackatones sanitarios muestran que, cuando se comparten códigos, datos, diseños y aprendizajes, las ideas se multiplican y mejoran. Wikipedia puede emplear 10 millones de voluntarios, 150.000 de ellos activos al menos una vez al mes; Google no puede. Y esto solo en su sitio en inglés. Con suficientes ojos, los fallos se vuelven superficiales… y las propuestas se vuelven más precisas porque nacen desde abajo, de quienes sufren y entienden el problema.

La innovación, que no es más que producción y gestión de buenas ideas, funciona mejor así. La razón radica en la naturaleza del conocimiento. Este conocimiento no se gasta al compartirlo; al contrario, crece. Por eso la conducta más eficaz frente a bienes de este tipo es abrirlos. Compartir no es altruismo ingenuo, es activar la característica más potente del conocimiento: su capacidad de circular, combinarse y producir retornos crecientes. Cuando dejamos de ponerle muros, aparecen soluciones inesperadas y se aceleran los ciclos de prueba y error.

¿Y qué papel queda para gobiernos y empresas? Por supuesto, son fuente de innovaciones. Pero se trata de equilibrar el sistema hacia lo abierto, y ahí el enfoque tradicional también tiene un papel decisivo: escalar y sostener. Los gobiernos pueden orientar prioridades, liberar datos, financiar infraestructuras y ajustar regulaciones para que lo abierto florezca, ahorrando costes causados por la incompetencia o por transferencia de recursos al sector privado. A su vez, las empresas pueden empaquetar, complementar y profesionalizar resultados comunitarios, ganando dinero en el proceso y, a la vez, mejorando ellas mismas por la presión competitiva que genera lo abierto. Así, la multitud no sustituye, sino que reequilibra el sistema: aporta calidad, capilaridad, diversidad y velocidad; el sector público y el privado aportan recursos, alcance y continuidad.

La solución a los grandes desafíos está en la innovación que nace en comunidades que comparten. Masiva, rápida y audaz: existe la multitud; ahora debemos dedicar nuestras mejores energías a proporcionarle los recursos y los mecanismos de gobierno necesarios para gestionar su actividad compartida y generar economías de escala y de alcance.